“La poesía es la única prueba concreta de la existencia del hombre”. Esta declaración de Luis Cardoza y Aragón muestra la relevancia que para el autor, quien nació en Antigua Guatemala, el 21 de junio de 1901, tenían las letras. A 115 años de su nacimiento, se le recuerda como poeta, ensayista, narrador y crítico de arte. El Ministerio de Cultura y Deportes se une al tributo que le rinde el mundo intelectual.
Entre las obras que se destacaron en sus inicios se cuenta “Luna Park” (1928), “Maelstrom” (1929), “La Torre de Babel”, “Catálogo de pinturas” (1934), “El sonámbulo”(1937) y “Mexican Art Today” (1943).
Con el triunfo de la Revolución de octubre de 1944, se convirtió en miembro de la Asamblea Constituyente. En ese tiempo fundó y dirigió la “Revista Guatemala”, y el “Movimiento Guatemalteco por la Paz” y “La Casa de la Cultura”. Al llegar al poder Jacobo Árbenz, el escritor fue embajador en Suecia, Noruega, Unión Soviética, Colombia, Chile y Francia. También fue Ministro de Relaciones Exteriores. Paralelo a esto, su obra literaria dio frutos como “Apolo y Coatlicue, ensayos mexicanos de espina y flor” (1944), “Pequeña Sinfonía del Nuevo Mundo” (1949) y “Pintura mexicana contemporánea” (1953).
En 1954 debió salir al exilio rumbo a México. En ese país escribió en 1955, una de sus obras cumbre, “Guatemala, las líneas de su mano”. Luego llegarían “Orozco”(1959), “Quinta estación” (1974), “El río: novelas de caballería” (1986) y “Miguel Ángel Asturias, casi novela” (1991).
El autor tuvo tanta relevancia en Guatemala como en México. Prueba de ello, es que tanto el Centro Cultural de la Embajada de México en el país como la Biblioteca Nacional de Guatemala llevan su nombre.